No soy el sujeto de un himno sino de un zumbido, lo que resuena a mi alrededor, que podría ser el cielo o las abejas o el deseo o los cables de electricidad, pero sea lo que sea implica perderse en la proximidad de alguien y en perderse allí, de manera encantadora.

Lauren Berlant

Hace unos meses comencé a indagar sobre las relaciones afecto, internet y arte digital, especialmente artistas que reflexionaban sobre los circuitos afectivos generados a través de internet y la tecnología de la comunicación. Fue entones cuando comencé a trabajar en el proyecto de investigación y comisariado Love Me Truly que después desarrollé en la residencia de El Ranchito Japón/Corea 2015 de Matadero Madrid, y que ahora puede verse en la Nave 16 de Matadero hasta el 10 de Enero o en la exposición online.

Del mismo modo que Federico Campagna, en su artículo para The Guardian, dijera que vivimos en una sociedad que había hecho del trabajo una religión y que las manifestaciones culturales daban cuenta de ello, especialmente la música, personalmente me parecía que esa religión era igualmente equiparable a las cuestiones del amor y la sensualidad. Una religión que funcionaría como la del trabajo —cuyo emblema es que no importa la eficacia o funcionalidad del fin, bien sea el trabajo, el amor o el irse de fiesta, si no el «participar con entusiasmo ciego», pero que bien podría sonar Love hard, play hard, keep desiring like it’s your job. Un amor reinado por el optimismo cruel de promesas que se mantienen y actualizan constantemente en el capitalismo afectivo, aunque se descubra que su posibilidad de realización es o bien «imposible, pura fantasía, o demasiado posible y tóxica». De este amor cruel es de lo que trata Love Me Truly; un amor que ha tomado el ritmo acelerado del capital, la falsa inmaterialidad de las redes sociales 2.0, y el que numerosos artistas re-piensan, critican y parodian a través de prácticas artísticas que toman internet como medio.

Exposición Love Me Truly en la Nave 16 de Matadero Madrid. Foto: Matadero.

Exposición Love Me Truly en la Nave 16 de Matadero Madrid. Foto: Paco Gómez, Matadero Madrid.

«Estamos asistiendo a la eliminación gradual del trabajo y su reemplazo por el amor, y donde internet es sólo una metáfora de una atmósfera de demencia emocional mucho mayor». (Brian Kuan Wood)

Hace ya tiempo que el análisis del capitalismo afectivo, el biopoder, el trabajo inmaterial y la impronta de la tecnología de la comunicación y la web 2.0, nos hablan de cómo el control de la economía ha ido «mucho más allá de las instituciones sociales para actuar desde dentro de la vida, y sobre ella misma, haciendo de ésta el verdadero objeto de poder [1]. Como dijera el editor y escritor de e-flux Brian Kuan Wood en su texto Is it love? de 2014, se trataría de una situación en la que estamos asistiendo a la «eliminación gradual del trabajo y su reemplazo por el amor, y donde internet es sólo una metáfora de una atmósfera de demencia emocional mucho mayor». Este texto lee, casi literalmente, la voz en off que nos guía en el video City Rising (2014) de Metahaven —pareja de artistas y diseñadores formada por Daniel van der Velden y Vinca Kruk—, presentado en la exposición Love Me Truly. Se trata de un proyecto que toma la forma del ensayo audiovisual y que reflexiona sobre cómo las relaciones interpersonales han cambiado con la tecnología de comunicación y con un capitalismo afectivo que implanta normas, pero no a través de la disciplina sino de la seducción, las emociones y la generación de promesas. Aquella idea que apuntara Brian Massumi acerca de la autonomía del afecto y cómo esta es una «condición real, como una variable intrínseca del sistema capitalista tardío» —y que va más allá de las estructuras, pues actúa de forma transversal—, se habría materializado especialmente en el aumento del uso de las redes sociales, cuya existencia está basada en la constante administración del deseo.

Sesión crítica que tuvo lugar el 19 de noviembre en Matadero Madrid, con Helena Grande, Amparo Lasén, Abelardo G-Fournier, Remedios Zafra y Bernardo Villar.

«Somos nuestras propias drogas, somos adictos los unos de los otros, estamos poseídos por nosotros mismos. (…) Vivimos en una revolución del amor» (Daniel van der Velden)

En el simposio Circulationism organizado en 2014 en el Van Abbemuseum de Eindhoven con motivo de una de la primeras retrospectivas de la artista Hito Steyerl cuyo trabajo se puede ver actualmente en el MNCARS Daniel van der Velden decía que «somos nuestras propias drogas, somos adictos los unos de los otros, estamos poseídos por nosotros mismos. (…) Vivimos en una revolución del amor». El amor ingobernable, liberado de las tradicionales estructuras que lo sostenían; sin embargo, según van der Velden, no está libre de los flujos del capital o del diseño de nuestras aplicaciones móviles: «La era de internet (…) es la era de los cambios emocionales en masa que rompen las estructuras». En una línea similar, Hito Steyerl apuntaba que se trata de un Imperio de los sentidos o una «dictadura del afecto y el ruido». Las redes de información están sobrecargadas de afectos y emociones. La huella de nuestros clics en la red producen valor económico, a partir del cual las empresas pueden diseñar los perfiles de los consumidores, los objetivos publicitarios o las nuevas formas de participación de los usuarios. De algún modo, desde la cultura red, el afecto comienza a ser entendido desde la cantidad. En este sentido, algunas piezas de la exposición Love Me Truly —como Facebook Bliss (2012), de Anthony Antonellis, The Global Mood (2013) de Claudia Maté y Miggu, o Life in AdWords (2012-13) de Erica Scourti— parodian este estado exagerado de cuantificación de lo emocional y cómo se ha incorporado a nuestras vidas, desde nuestra forma de «administrar» la amistad en Facebook hasta nuestro Google personalizado que sabe qué queremos y qué buscamos.

Como apuntó Remedios Zafra, recuperando las palabras de Umberto Eco, en la sesión crítica que tuvo lugar en Matadero como parte de este proyecto, el nuevo estatus del sujeto, marcado por la repetida tarea de compartir y exponerse/representarse en las plataformas online, no se sentiría amenazado por la pérdida de privacidad sino de visibilidad. Muy acorde con este tema están piezas como las de Intimidad Romero, Agente Doble o Ann Hirsch. Por un lado, Intimidad Romero (2010-) —un perfil de Facebook cada vez más conocido y del que muchos ya somos amigos— es una obra/acción que pone de relieve cómo funcionan los sistemas de verificación de la identidad y, más exactamente en este caso, la idea de la fotografía del rostro o la fotografía legible como forma de representación de lo «real» o «auténtico». En suma, la obra de Intimidad Romero expone las formas que tienen las redes sociales de exigirle a la intimidad hacerse pública, o de hacernos «espectagonistas» (espectadores y protagonistas al mismo tiempo), como proponía el comisario y sociólogo Bernardo Villar en la sesión crítica de Love Me Truly. Por su parte, Agente Doble sugiere en el video Untitled 2.0 (2014) la desaparición del usuario en el mundo de internet, mostrando cómo una imagen de perfil estándar se distorsiona y borra a medida que comienzan a conectarse a la red.

Proyección de Semiotics of the Camwhore de Ann Hirsch (2015) en la exposición.

Proyección de ‘Semiotics of the Camwhore’ de Ann Hirsch (2015) en la exposición.

Por otro lado, la pieza de Semiotics of the Camwhore (2015) de Ann Hirsch es una recreación de la vídeo-performance de Martha Rosler Semiotics of the Kitchen de 1975. En esta pieza, Rosler nos iba mostrando con cierta brutalidad en sus gestos cómo se usan los utensilios de cocina, haciendo con ello una crítica de la considerada «natural» condición de la mujer para ser una trabajadora del hogar. Ann Hirsch, por su parte, va gestualizando las acciones que realizan las chicas que se prostituyen online, a través de la webcam; las llamadas camwhores. Sin embargo, entre estas incluye «el selfie», «el compartir información» o «el ver porno», actividades que no son exclusivas de la camwhore, como tampoco eran exclusivas de las mujeres las acciones de Rosler. De manera que, de forma exagerada y parodiada, pone de relieve cómo cambian nuestros hábitos de representación y la crudeza de pasar por ciertos lenguajes que hemos creado entre todos a través de las redes sociales [2]. Una manera de apelar al valor de las formas de representación y su capacidad de constituirse como formas de empoderamiento.

La video-performance que se reapropia Barret muestra cómo varios avatares  intentan tocarse, abrazarse o luchar en un juego que descubre la imposibilidad «material» de un encuentro en Second Life

No obstante, la intimidad en la distancia también está basada en la inmediatez[3] del encuentro con el otro y no en la proximidad de los cuerpos. La intimidad estaría supeditada a la espera de señales de vida que se traducen en mensajes de texto, en el doble tick del WhatsApp o en el mensajito de Facebook «Visto: 11:33», que nos avisa de que sí, que alguien está también conectado y que ha leído el mensaje. La vida de nuestros cuartos conectados se definiría por una soledad no solitaria: «I am alone but not lonely», que dijera el artista Jon Rafman. Este concepto, en mi opinión, queda bien retratado en el vídeo I’m an ungrateful beast, I know, trabajo de Pascale Barret realizado para el proyecto Copies copains club, que copia la performance I know that it’s all a state of mind de Eva y Franco Mattes realizada en Second Life. En la vídeo-performance que se reapropia Barret, varios avatares intentan tocarse, abrazarse o luchar en un juego que descubre la imposibilidad «material» de ese encuentro en el que, como cuerpos digitales, solo logran deslizarse el uno sobre el otro. Estos cuerpos se traspasan o se deforman en un desencuentro ridículo y sensual al mismo tiempo.

La experiencia que nos ofrece internet presenta una realidad que no es obtenible materialmente pero que, en su proceso, es real, la vivimos igual, produce una experiencia igual; en suma, nos afecta.

Fotograma de 'Forecast' de Anne de Vries (2011).

Fotograma de ‘Forecast’ de Anne de Vries (2011).

La cuestión es que internet no sólo ha borrado las líneas que separan lo público de lo privado, sino también de lo virtual y lo real. Internet no se puede ver simplemente como un espacio-nube separado de la vida sino que está inserto en ella. La «experiencia sintética», como dijera Nigel Thrift, que nos ofrece internet presenta una realidad que no es obtenible materialmente pero que, en su proceso, es real, la vivimos igual, produce una experiencia igual; en suma, nos afecta. Y como bien apuntaba el analista cultural Timotheus Vermeulen al recuperar las palabras de Hanna, la protagonista de la serie Girls: «Solo porque sea falso no quiere decir que no lo sienta». No hay que ser inocentes, nos advierte Metahaven en el mencionado vídeo City Rising, el internet de la nube no es inocuo, funciona por la intervención humana, existe materialmente en granjas de servidores y en plataformas que tienen sus propias políticas de privacidad.

También en su vídeo Forecast (2011), Anne de Vries sugiere que el universo nube está apantallado, como si estuviera compuesto por infinitas pantallas o interfaces, como un mosaico de ciudades-estado, o un archipiélago de islas, un espacio mediado, privatizado y vigilado. En la nube, el intervalo entre dos puntos de conexión es confuso y no definido para nosotros como usuarios cautivos de esa nube. Por su parte, la vida compartida con internet, especialmente para los nativos digitales, de alguna manera genera una relación afectiva con este medio. O al menos así parece advertir el trabajo de Miyö Van Stenis, que además de recuperar la estructura de programación de los 90, también oculta pequeños poemas de amor al vacío y lo inmaterial en el código fuente de piezas como uÂ’—— (2012).

Los artistas de la exposición Love Me Truly no sólo intervienen ciertas plataformas como Facebook, sino que las re-piensan, las re-ordenan o incluso se burlan de ellas

El trabajo de los artistas presentados en la exposición Love Me Truly encajan dentro de lo que podría llamarse una segunda generación de artistas que trabajan en y desde internet; una generación que se corresponde con la llegada de la web 2.0. A pesar de lo conflictivo del término postinternet, se puede considerar que estos artistas trabajan en esta línea, pues su práctica es producto de su actividad y, en algunos casos, relación personal con el internet. Los artistas no sólo intervienen ciertas plataformas como Facebook, sino que las re-piensan, las re-ordenan o incluso se burlan de ellas, lo cual muestra las controversias en torno a la identidad en un momento en el que, más que nunca, está mediada o compartida con nuestros aparatos electrónicos [4]. Este es otro punto clave que también se plantea en Love Me Truly, pues la frase «ámame verdaderamente» funciona como una demanda sin sujeto ni objeto que sobrevuela la atmósfera de la información y que bien puede ser apropiada por un alma solitaria que lleva una doble vida, o por una empresa en campaña publicitaria. La primera vez que presenté la investigación de Love Me Truly lo describí de una manera que me parece que ahora ha cobrado todo su sentido:

Love Me Truly es lo que cantas en tus performance en Snapchat, Twitter o Instagram. Love Me Truly es la promesa de lo imposible, de aquello que no tengo, y que tu no quieres. Love Me Truly, la mayoría de las veces, se convierte en una amenaza o en una fantasía tóxica.

 

 

[1] ^ Juan Martín Prada, Prácticas artísticas e Internet en la época de las redes sociales, AKAL, Colección de Arte contemporáneo, 2012.

[2] ^ Como parte de Love Me Truly también he realizado entrevistas a Juan Martín Prada y a Anna María Pinaka. Esta última es una artista y estudiante de doctorado que trabaja sobre “Porno-grafía” y en su entrevista conversamos acerca de los límites entre lo público y lo íntimo, el significado de extimidad y cuales son las dificultades como performer de exponerse. Considero que estas reflexiones podrían ayudar a una lectura de la obra de Ann Hirsch. Las entrevistas pueden leerse aquí: http://www.lovemetruly.net/entrevistas

[3] ^ Acerca de esta idea de la intimidad y la inmediatez, la artistas Jesse Darling dio una conferencia que se puede leer aquí: https://docs.google.com/document/d/1LfaD6Zas5vhitkbzhLdSmyYj6pulwYjsfczOgO0FnFw/edit

[4] ^ Respecto al tema véase la presentación de Amparo Lasén, socióloga y una de las iniciadores del proyecto Sociología Ordinaria, sobre “agencia compartida” en la sesión crítica.