En una de esas frases que circulan y circulan, Hamlet dice que el tiempo está fuera de quicio, que no sigue su ritmo como debiera. Pero, a diferencia de él, nosotros no estamos aquí para ajustarlo, al menos eso pensamos.
Arritmias es el programa de cierre de la III convocatoria de La Colmena. Se plantea como una exposición distorsionada, primero porque ocurre en temporalidades y en tiempos diversos, y segundo porque las obras ya no solo dialogan en el espacio expositivo —algo que en esta exposición está presente de forma virtual—, sino en un tiempo despojado de lógicas sincrónicas y cronológicas. Cada uno de los artistas, desde su práctica, habla sobre la falta de ritmo, sobre las disimetrías de un mundo en el que las fuerzas sistémicas nos arrastran en un vórtice de homogeneidad. Como dice André Lepecki en su último libro, las arritmias son singularidades, puntos de disonancia, productores de extrañamiento, puntos locales de dispersión. Las arritmias son esos puntos donde el emprendimiento y el emprendedor —como figura heroica del neoliberalismo, como sujeto-producto— colapsan y se deprimen. Son la deflación del capital (humano) y la inflación de economías libidinales otras/alien que descartan la rentabilidad como horizonte de la producción. Los ritmos desquiciados son el resultado de la alienación del mundo alienado en el que vivimos. Las arritmias son vidas dentro de otras vidas, performatividad consciente y relatos de mundos que necesitan de explosiones para desplegarse. ¿Qué nos narran las singularidades? ¿Qué cuerpo es capaz de dominar la arritmia?

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