Pongamos que corría el año 2005 —hace 11 años si no me salen mal las cuentas—. Pongamos también a un señor paseando a su perro por Los Ángeles; y pongamos un descampado donde se organizan mercadillos, para animar este bucólico escenario. Pongamos un grupo de gitanos cantando, gente de todas las razas y colores vendiendo cachivaches.

Y en medio de toda esa vorágine cultural, de seres humanos, de olores, del vaho que lo cubre todo, el humo, el frío, en un puesto cualquiera, una caja. Y en esa caja: grabaciones, cassetes y vinilos que contienen una increíble variedad de música. Sonidos soulful funky y ritmos que mezclan el jazz con la psicodelia, los beats propios del hip hop y el soul.

Pero, ¿de quién era todo aquello?

La mujer que vendió la caja por 10$ dijo ser Kelli Hopkins, aparentemente la hija del creador de toda esa música. Pero como en todas las historias de misterio, había un fallo: ¿dónde podríamos encontrar al creador de todo esto? Pues, señores y señoras: en ninguna parte.

Recapitulemos.

El nombre de este señor es Clutchy Hopkins. Según la historia, fue hijo de un ingeniero de sonido de la Motown y con 20 años empezó a viajar por todo el mundo explorando sonidos exóticos y música de todo el globo, siempre en la búsqueda del ritmo y el misticismo que rodeaba todo el universo sonoro. Viajó hasta el lejano oriente, donde se alineó bajo el tutelaje de los monjes Rinzai Zen en Japón durante años para estudiar el silencio y los ritmos del mismo en la música. Más tarde recibió enseñanzas de Raja Yoga en la India para aprender y convertirse en un maestro de la articulación del cuerpo, sus movimientos y su relación con la música.

En su autobiografía, Clutchy escribió acerca de su fascinación (casi obsesión) que tenía por el ritmo, la percusión y el efecto que tiene el mismo en la conciencia de la gente, así que decidió trasladarse a Lagos, Nigeria, donde estudiaría un máster en percusión bajo el nombre de Oba-lu-Funke. Durante esa época se convirtió en un revolucionario político que traficaba con armas y mandaba recursos, víveres y munición a las guerrillas que luchaban en la selva contra el gobierno opresor y sus políticas de ApartheidPor si esto fuera poco, trabajó en múltiples estudios de grabación por todo el mundo. Estudió las técnicas musicales de los indios de Coahuila (tribu de lengua uto-azteca que se reparte por las montañas de California) y cuando regresó a África recaló en Etiopía para aprender de los ritmos tribales de los percusionistas aborígenes.

De regreso a los Estados Unidos, ya en la década de los noventa, Clutchy trabajó en múltiples sesiones con diversos músicos donde producían un oscuro jazz funk. Rechazó de manera taxativa aparecer en los créditos de estas sesiones y sólo aceptó el pago en efectivo por su trabajo. Prácticamente no se conocen razones para creer que esas grabaciones sigan existiendo.

Portada del disco ‘The Story Teller’, por Ubiquity records

Portada del disco ‘The Story Teller’, por Ubiquity records

Durante todos los viajes que hizo en su vida grabó innumerables horas de música, pero nunca terminó por editarla y nunca vio la luz. Así, el mundo late totalmente ajeno a lo que este genio de la música realizó durante años.

Esto es lo que se sabía de Clutchy hasta los 90. Pero al poco tiempo su hija Kelli arrojó algo más de luz sobre su paradero actual. Parece ser que Clutchy fue encarcelado en California Sur a mediados de los 90 por evasión de impuestos y, después de eso, se recluyó en una cueva en el desierto de Mojave donde dice vivir desde entonces.

Su historia es algo increíblemente fascinante. ¿O no?

La pregunta del millón es: ¿Quién es Clutchy Hopkins? ¿Existió de verdad?

La respuesta del millón es: ¿A QUIÉN ***** LE IMPORTA?

A nadie le importa si existió o no, sólo necesitamos una historia y un puñado de álbumes. Y ahora que lo “sabéis todo” sobre Clutchy, adentrémonos en su música:

No se sabe bien cómo pero aquellas grabaciones del mercadillo acabaron en los estudios de Ubiquity Records, una discográfica que contribuye al impulso de nuevos sonidos que tienen que ver con el jazz, el soul y el funky.

Para situarnos, Clutchy Hopkins aparece por primera vez en el año 2005 con el lanzamiento de su primer disco “The Life of Clutchy Hopkins”, un álbum cargado de un trémulo sentimiento de oscuro gozo. Para los títulos de las canciones no se rompió mucho la cabeza: cada corte tiene como nombre el tiempo que duran (3:08, 3:02, 2:15, 2:07…)

De repente, un año después (2006), el productor Rich Rok (que más adelante trabajaría con Clutchy en un proyecto a dos bandas) se dedicó a mezclar canciones de Clutchy Hopkins con voces a capela del rapero MF Doom, el disco se tituló “MF Doom Meets Clutchy Hopkins”. Es demasiado rudo como para que pueda darle una crítica coherente. La música de Clutchy cae como una bomba atómica en una ciudad donde el único que permanece de pie es MF Doom con su máscara de superhéroe. Es de las cosas más interesantes que un amante del hip hop puede encontrarse.

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Pasarían dos años más (2008) hasta que Clutchy Hopkins volviese a las andadas, esta vez con “Walking Backwards”, donde profundiza más aún (si se puede) en los ritmos cargados de groove y misterio. En el mismo álbum salió a la venta un mini-documental con testimonios de personas que afirmaban haber conocido a Clutchy. En su tema “Love of a Woman” aparece el músico olvidado de los 70 Darondo (que le conoceréis por su ‘Didn’t I’ si habéis visto Breaking Bad).

No tardaría mucho en sacar más material porque en ese mismo año colaboraría mano a mano con Shawn Lee (también de Ubiquity Records) grabando un disco increíble llamado “Clutch of The Tiger”, con un sonido muy cercano a lo que ya estaba haciendo en sus discos anteriores, acercándose esta vez a sonidos asiáticos y africanos manteniendo el groove que le caracteriza.

Al año siguiente, el estilo de su nuevo álbum es más maduro (si cabe) y juntan sonidos orquestales y movimientos más dinámicos, como su “70 MPH Isn’t Fast Enough to Get out of Nebraska”  o el sencillo y agradable  “What More Can I Say (Top Chillin’)”, que cierra el disco de una manera deliciosa.

Y así llegamos a su fin. En el año 2010, con su álbum “The Storyteller”, introduce unas voces y se intuye su influencia más africana en algunos cortes, así como un acercamiento a ritmos más cavernosos y oscuros. (¿Habrá wifi en la cueva de Mojave?).

Pero, ¿quién será este mago misterioso? ¿Por qué decidió vivir en el exilio? ¿De verdad importa?

Aceptemos que estos sonidos increíbles los hace un tipo con una frondosa barba y un gran pelo enmarañado que ha viajado por todo el mundo igual que aceptamos la vida, a duras penas, con momentos terribles, momentos bellos y momentos de nada en particular. Aceptemos y disfrutemos.

Y ahora ponte algo de Clutchy en tus cascos, tus altavoces o en el móvil cuando estés en el metro, en el bus, en el parque, en el baño, en la cama, en cualquier parte, y te aseguro que disfrutarás de los ritmos de un loco que quizás ni existe…

Clutchy Hopkins. Foto Anónimo

Clutchy Hopkins. Foto Anónimo

 


*La lista de reproducción también está disponible en Youtube pinchando aquí

*Este artículo salió en el número 1 impreso de Revista La Mecha