«Grecia ha pasado página, está dejando atrás cinco años de humillación y miseria». Con estas palabras dirigidas al pueblo griego, Alexis Tsipras, líder de la Coalición de Izquierda Radical o Syriza, anunciaba el comienzo de una nueva etapa en Grecia. Después de una campaña reñida, los griegos han optado por una política de confrontación con la Unión Europea, otorgando su confianza a un partido que aboga por negociar la quita de una parte importante de la deuda del país.

Durante los últimos años el líder de Syriza ha llevado a cabo una estrategia de acoso y derribo contra los partidos que tradicionalmente habían dominado la escena política del país. Tras años de crisis, recortes y medidas de austeridad, el mensaje de oposición a las medidas impuestas por la troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) parece haber calado. Tsipras ha sido elegido como primer ministro de Grecia contando con el apoyo de 149 diputados de Syriza además de 13 de ANEL (Griegos Independientes), un partido a priori ideológicamente opuesto a la Coalición de Izquierda Radical.

Sin embargo, ambas formaciones habrían llegado al mismo diagnóstico: los intereses de la deuda pública han llegado a un nivel que asfixia económicamente al pueblo, impidiendo la salida de la crisis, ya que la deuda del país asciende a más del 175 % del Producto Interior Bruto [1].

Gran parte de esta deuda está en manos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), cuyo propósito es financiar a aquellos países de la Eurozona que tengan dificultades en conseguir dinero en los mercados. A cambio, los países que reciban financiación por parte de esta agencia comunitaria deberán seguir un estricto plan de austeridad y de reformas diseñadas por la troika. La deuda griega asciende a 321.000 millones de euros, de los cuales Alemania ha proporcionado unos 76.000 millones y España 26.000 millones. El próximo tramo del crédito al que Grecia ha de hacer frente vence el 28 de febrero.

La Unión Europea ha ofrecido a las autoridades griegas en reiteradas ocasiones renegociar los plazos de pago, una medida que supondría un alivio para los bolsillos del contribuyente griego. Esta renegociación vendría condicionada a que se continuaran aplicando las reformas estructurales y medidas de austeridad que demandan sus acreedores. El Banco Central Europeo podría además seguir inyectando liquidez a los bancos griegos, necesitados después de meses de fugas de capitales.

No parece que el nuevo Primer Ministro de Grecia esté dispuesto a seguir las reglas del juego marcadas por Bruselas. En reiteradas ocasiones ha recurrido a la historia en busca de un precedente que le permita defender ante sus socios europeos una quita de parte de la deuda contraída por el Estado. Durante la campaña, Tsipras pidió la organización de una conferencia internacional que abordara la posibilidad de perdonar la deuda de Grecia, siguiendo el ejemplo de los Acuerdos de Londres de 1953. A Alemania le fue perdonada una parte importante de la deuda que había contraído desde el Periodo de Entreguerras con Gobiernos como el estadounidense o el francés así como un importante número de bancos privados. Los intereses devengados de esta deuda han alcanzado niveles «insostenibles» según Tsipras.

Esta retórica no estaría justificada si uno tiene en cuenta los intereses pagados por Grecia. De la deuda contraída con el MEDE y con los Bancos Centrales de sus socios europeos apenas se generan intereses si Grecia cumple con el paquete de medidas de la troika. Así en 2014, Grecia pagó alrededor de un 2 % de su deuda pública en intereses. Esta es una suma considerablemente menor que la cantidad que están pagando países en una situación económica más aventajada, y que no han necesitado un rescate como Italia o España.

Tras una campaña electoral dominada por mensajes con cierto corte nacionalista y victimista, Alexis Tsipras ha conseguido movilizar al electorado griego y ha conseguido su apoyo para llevar a cabo una ambiciosa agenda de reformas. Además, se encuentra en una situación de fuerza avalado por los 149 diputados que ha conseguido en las últimas elecciones. Sostenido por los nacionalistas del ANEL, Tsipras intentará forzar un acuerdo para conseguir un pacto para realizar una quita de la deuda.

Por su parte, La Unión Europea no parece estar dispuesta a ceder. Con Alemania a la cabeza, los acreedores de Grecia no darán su brazo a torcer. El MEDE da por hecho que la negociación con el nuevo gobierno Griego será dura, pero insiste en que no habrá quita. Europa está dispuesta a llegar a un acuerdo sobre una restructuración de la deuda, llegando incluso a bajar aún más los intereses que paga el país helénico. Todo parece apuntar a que Tsipras no se saldrá con la suya.

[1] ^International Debt Statistics 2015. Washington DC: World Bank Publications, 2014. Print.