A continuación podéis leer el texto comisarial de la exposición de clausura de la II Convocatoria de La Colmena (18 y 21 de mayo de 2017) que fue presentado a los artistas previamente para que preparasen sus obras alrededor de una misma temática. De forma paralela, el equipo editorial de La Grieta quiso lanzar la misma propuesta a aquellos colaboradores de la revista que quisieran escribir un artículo siguiendo las mismas bases. El resultado es una colección de siete textos escritos de manera independiente pero que se entrelazan unos con otros mediante referencias, conceptos y preocupaciones similares. La política, la tecnología, la naturaleza, el arte, el cuerpo… todos tienen un papel en la difícil tarea de imaginar el reordenamiento del mundo.

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Muy probablemente, 2016 sea recordado como un annus horribilis por muchas razones pero, sobre todo, por ser el coleteo de una transformación que comenzó a gestarse durante la crisis económica que estalló en 2008. Un proceso que abre hoy el camino a un nuevo futuro, convertido en leitmotiv en periódicos, conferencias, libros y demás producción teórica de los últimos tiempos. Por ejemplo, la fiebre editorial de los últimos años arroja cierta preocupación por el futuro ante una clara agonía del Capitalismo, ya sea por la efervescencia en torno a la figura de Marx, el poscapitalismo, la ecología o el posthumanismo. La ciencia ficción se ha convertido en el género artístico por excelencia de un presente que mira expectante un futuro lleno de incertidumbre.

En septiembre de 2008, el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ante la profunda crisis financiera, expresó su deseo de refundar el capitalismo “sobre sus bases éticas”. Y parece que ese deseo de recuperación no ha hecho más que materializarse en un monstruoso Frankenstein político. Ocho años después, su país, aquel que tanto enseñó con su revolución, afrontará unas elecciones con la extrema derecha en clara posición ganadora. Pero 2016 se recordará, entre otras cosas, por el triunfo del Brexit en Reino Unido, la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, el conflicto en Siria (ya sea como guerra civil, como materialización del anhelo de la primavera árabe o como reflejo de la reanimación de la Guerra Fría) o el crecimiento del Califato del Estado Islámico…  A esto se le suma una descentralización creciente de la geopolítica. Por un lado, Europa y EE. UU., aunque mantienen su inmensa importancia, han perdido capacidad de influencia fuera de sus fronteras, algo que sin duda puede incrementarse con el repliegue nacionalista al que ambas regiones se ven abocadas. Por otro lado, otros actores tradicionalmente marginados o dominados tienen hoy mayor capacidad para desarrollar modelos alternativos… Estos acontecimientos, entre otros muchos, muestran el punto de inflexión al que hemos llegado.

Parece que el mundo se está destruyendo a sí mismo, o como diría Jean Luc Nancy, “el mundo ha perdido su capacidad de hacer/formar mundo”. Frente a esta impotencia asistimos a la incesante proliferación de inmundos. Y el arte está en el epicentro; no por haberse sumado a la lógica del capitalismo tardío, o posmodernidad, sino porque, siguiendo con Nancy, el mundo emerge ante nosotros como mundo cuando este está fuera de representación. No quiere decir que el arte se haga cargo de la “representación”, una posición ya superada, sino que este coquetea con el espacio liminal donde la representación se quiebra, donde su lógica se desarticula.

Parte de esa quiebra se la debemos al estado de emergencia en el que el calentamiento global nos ha situado. Este, como gran acontecimiento histórico de los últimos tiempos, nos ha abocado a lo que Timothy Morton ha denominado El Fin Del Mundo (en mayúsculas), o lo que es lo mismo, el final del Mundo como un ente estético sin más, como un objeto frente al que el hombre se sitúa sin implicación.

El calentamiento global, como certero sustituto del eufemismo “cambio climático”, nos ha situado dentro de este mundo en descomposición; y, a su vez, el sistema financiero fraguado desde los años 70 ha expulsado de forma reiterada a la gente de los órdenes sociales y económicos en los que nos ha tocado vivir. Tal y como apunta la socióloga Saskia Sassen, el expulsado no es sólo el migrante que debe abandonar su país o el refugiado que se ve obligado a dejar toda su vida atrás, sino que se refiere a algo más general. La complejidad en el lenguaje financiero —que dio como resultado las hipotecas subprime por las que millones de personas fueron desahuciadas—, así como la ingeniería que permite la perforación y extracción de recursos de la tierra, obedecen también a esa lógica de la expulsión. Lo “exitoso” de este proceso es que, como dice Sassen, el poder opresor se ha difuminado, ya no es tan fácil combatirlo, debido a la dificultad para localizarlo —aunque haya lugares en los que aún es posible la resistencia (como la ciudad global, según ella)—.

El problema es ahora cómo devenir mundo, cómo crearlo y formarlo. Nada grandilocuente, nada revolucionario[1], sino algo pequeño, algo menor. El mundo, como la política, es un sistema generador de significados, y ahí es donde reside el punto del devenir. Ya decía Deleuze, cuando hablaba de Kafka, que devenir, además de ser un camino, siempre es un tender a menos, a una minoría. Este proceso hacia algo menor es un movimiento que va de la metáfora a la metamorfosis. Un arte menor respaldado por lo que Eve Kosofsky Sedgwick ha llamado teoría débil, algo que requiere actuar como un principiante, rechazando saber mucho, permitiendo que la inspiración sobresalga sobre la educación y desechando diagnósticos que pretenden ser expertos.

[1] ^ Ya dice esa maravillosa anécdota que cuando el escritor Chesterton desembarcó en Calais tuvo una conversación con un tabernero francés en la que este se quejaba de la cada vez mayor falta de libertad del país y concluyó diciéndole: “Es lamentable haber hecho tres revoluciones para volver a caer sobre el mismo lugar”. Chesterton le contestó que una revolución, en el sentido propio del término, es el movimiento del móvil que recorre una curva cerrada y vuelve así al punto de partida…