Hace un par de días un amigo me contó que quedó con una chica que le gustaba para ir a un concierto de jazz. Se acabaron liando y vieron cómo no podrían materializar el deseo porque tanto él como ella vivían con sus padres. Como le gusta bastante esta chica, mi amigo tuvo una idea: esa noche tenían que abandonar la idea de ir más allá de cuatro besos, pero al día siguiente podrían coger el coche y dormir en la casa del pueblo de mi amigo (la segunda residencia de los padres). Y así lo hicieron. Quedaron la tarde siguiente y viajaron hora y media de ida y otra de vuelta para un polvo.

Mientras me lo contaba pensé que era una descripción del momento en el que se encuentra mi «generación»: no podemos follar en Barcelona. Bueno, sí, ahora hay algunos amigos que han empezado a frecuentar hoteles en noches locas (con una resaca de 80 euros a dividir en transferencias incómodas). Pero no podemos follar en casa, porque aunque trabajamos todavía vivimos con nuestros padres.

 

¿Propietarios o proletarios?

El alquiler medio en Barcelona ha llegado a una media de 948.86 euros al mes, el precio más alto de su historia1. El 64,7% de barceloneses menores de 30 años cobra menos de 1.000 euros netos al mes2. A nivel estatal, los datos también son desalentadores: según el último estudio de Eurostat, solo el 19,4% del colectivo joven español (entre 16 y 29 años) está emancipado. España está en el puesto 24 entre los países europeos de edad media de emancipación joven (29,3 años), solo por delante de Grecia, Italia, Eslovaquia, Croacia y Malta.

Fuente: Eurostat

Todas tenemos ganas de independizarnos pero, en general, ya ni lo hablamos. España es el país de la OCDE en el que el alquiler implica más proporción del sueldo (para el 37% de la población el alquiler implica un 40% de su salario). La idea de renunciar al 40% de nuestro sueldo en solo tener un lugar donde dormir, bueno, no sé, nos parece una locura. Implica renunciar a unos privilegios con los que hemos crecido: viajar, ir a conciertos… Si nos parece una locura irnos a vivir de alquiler, lo de adquirir una vivienda nos suena a chino.

Entre 1951 y 2001, la población que vivía en casas que tenía en propiedad en Barcelona pasó de un 5,1 a un 68,2%; en Madrid pasaron del 6,4 al 78,6%

José Luís Arrese fue el primer Ministro de Vivienda, un Ministerio creado en 1957 con el objetivo de hacer de España un país de pequeños propietarios. Él mismo lo proclamó en una frase que hoy ya es célebre: «No queremos una España de proletarios, sino de propietarios». Así se entienden medidas como la congelación de los precios del alquiler —para que así los propietarios se lanzaran a vender sus pisos en vez de ponerlos en alquiler—, la venta de terrenos a promotores con precios muy baratos —para que estos empezaran a construir y consiguieran beneficios a corto plazo—… El régimen franquista promovía la adquisición de viviendas por parte de aquellos que nunca habían tenido nada en propiedad como forma de reducir la conflictividad social. El mismo Arrese lo dejó claro en uno de sus primeros discursos como Ministro en las Cortes: «El hombre, cuando no tiene hogar, se apodera de la calle y, empujado por su mal humor, se hace subversivo, agrio, violento»3.

Y le salió bien al Ministerio eso de crear pequeños propietarios que se creyeran clase media: en Barcelona, en 1951, solo el 5,1% de la población vivía en casas que tenía en propiedad; en 1981 ya era el 49,8%. En Madrid pasaron del 6,4 al 67,9%. Y en 2001 se llegó al 68,2% en Barcelona y al 78,6% en Madrid4. Así es como se creó una clase de pequeños propietarios que se olvidaron de llamarse proletarios.

Nosotros somos los hijos de aquellos pequeños propietarios y poco a poco nos vamos dando cuenta que no somos de la misma clase social que ellos. Nuestras ciudades también se están dando cuenta y está empezando a salir en las gráficas: en Barcelona, se está experimentando una tendencia contraria a la empezada en los 60 a nivel de vivienda. Actualmente, el 57,6% de la población vive en casas de propiedad, respecto al 68,2% de 2001. Casi un 10% menos. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

 

Turismo, neoliberalismo y crisis económica

A esta situación se ha llegado principalmente gracias a una mezcla explosiva: gobiernos liberales, crisis económica y boom del turismo. En primer lugar, la crisis económica ha servido como pretexto de la precarización del mercado laboral. Con la devaluación de un 12% del sueldo medio entre 2008 y 20155 y un paro juvenil desorbitado, la estabilidad económica, el acceso al crédito y la perspectiva familiar ha desaparecido de nuestro horizonte. Pero la situación está yendo más allá: ahora no solo el acceso al mercado de la compra de vivienda es inaccesible para el colectivo joven, sino que también lo es el del alquiler. Esto nos condena a una infantilización y una dependencia familiar hasta los 29,3 años, el momento que de media los españoles se emancipan. En las principales ciudades españolas, la inaccesibilidad del alquiler no se puede comprender si no tenemos en cuenta cuatro factores. El primero, el boom del turismo: en Barcelona se ha pasado de recibir 7,1 millones de turistas al año en 2010 a 19,1 en 2017. Esto parece imposible de asimilar para una ciudad. De hecho, es imposible: según Idealista, desde el 2007, el alquiler en Barcelona ha aumentado un 15,7% (y en Madrid un 12,5%).

Entre el 70 y el 80% de los compradores de las zonas más turísticas tienen como objetivo alquilar o sacar rentabilidad de la vivienda de alguna forma

En segundo lugar, y como consecuencia del punto anterior, está el hecho de que los fondos de inversión han visto en el alquiler turístico un gran negocio. Hace un mes se publicaba que en las zonas más turísticas de las grandes ciudades españolas entre el 70 y el 80% de los compradores tienen como objetivo alquilar o sacar rentabilidad de la vivienda de alguna forma. Esta rentabilidad se debe principalmente a los alquileres turísticos, que pueden ser mucho más rentables que los alquileres a locales. Hemos de tener en cuenta que los principales emisores de turistas a España son Reino Unido, Alemania y Francia, países que están en cuarto, segundo y octavo posición en el ranking de países europeos con más nivel adquisitivo, por delante de España, que está en el puesto catorce.

En tercer lugar, nos encontramos con las actuales leyes sobre vivienda en España. Los ayuntamientos de las principales ciudades turísticas de España —Barcelona, Madrid y Palma de Mallorca— están intentando frenar el aumento desorbitado de los precios del alquiler. Entre las políticas que están implantando se encuentran la regulación de los pisos turísticos para que estos sean alquilados a habitantes de las ciudades y no a turistas, la obligatoriedad de dedicar un 30% de los edificios nuevos a vivienda social…. Iniciativas que tratan de sortear el muro del Gobierno central, que aún tiene la mayor parte de las competencias en este ámbito. Desde el 2011 hasta este año, el Gobierno, en manos del PP, no tenía ninguna intención de entrometerse en el mercado de la vivienda, como afirmó en 2017 el exministro de Fomento, Íñigo de la Serna. Las administraciones de las principales ciudades, en consecuencia, se encontraron con los brazos atados para regular el precio y el mercado del alquiler, sujeto a una Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) solo modificable por el Gobierno central. Una de las propuestas centrales de los Presupuestos del PSOE para 2019, no obstante, era la posibilidad por parte de ayuntamientos y comunidades autónomas de intervenir en los precios de los alquileres de las zonas con precios disparados. Pero hace menos de una semana el PSOE se echó para atrás. Justo dos días después de las declaraciones de Blackstone, el mayor fondo buitre del mundo, en que alertó al Gobierno que podrían dejar de invertir en el mercado español si Sánchez seguía con su modelo de reforma.

Y el hombre, cuando no tiene hogar, ¿se apodera de la calle, como predijo Arriese?

Por último, hay otro factor que ha contribuido al boom de los precios de alquiler y ha sido la débil situación de los parques municipales de vivienda social de las principales ciudades europeas: en Madrid representa el 1,5% y en Barcelona el 2%. En comparación, en Londres es el 23%, en Berlín el 30% y en Ámsterdam el 48%. Esto deja a los ayuntamientos españoles sin capacidad de contrapeso respecto a los precios impuestos por un mercado desbocado que ve en la vivienda la forma fácil y rápida de hacer dinero. Pero no lo tienen.

La confluencia de estos factores nos ha hecho llegar al punto de no tener acceso a nuestra propia ciudad. De seguir en casa a los 29. O compartir pisos de 50 metros cuadrados entre 4. En esencia, compartir la precariedad. Y el hombre, cuando no tiene hogar, ¿se apodera de la calle, como predijo Arriese? Sin duda parte de la respuesta pasa por ser conscientes del problema y volver a ocupar el espacio público. Que ahora que la moralidad de nuestro tiempo nos deja follar no nos lo impida el dinero. El colectivo joven (de según qué clase), como ciudadanos insignificantes frente el mercado, necesitamos una política que nos proteja. Porque el mercado está haciendo política constantemente. Y ya lo dijo Joan Fuster: «toda la política que no hagamos nosotros será hecha en contra de nosotros».

Notas al pie

  1. Informe de la Cámara de la Propiedad Urbana de Barcelona, 10 de diciembre de 2018.
  2. Informe Distribución, Dispersión y Desigualdad salarial en Barcelona (2010-2015), página 9. Departamento de Estudios y Programación y Gabinete Técnico de Programación.
  3. Discurso de Arrese ante el pleno de las Cortes, presentando el Plan de Urgencia Social, 1957 en Naredo,J. M. (2011), «El modelo inmobiliario español y sus consecuencias›» en Naredo, J. M. y Montiel, A. El modelo inmobiliario español y su culminación en el caso valenciano. Barcelona,: Icaria/Antrazit,p. 11-69.
  4. INE 1953, 1962, 1976, 1986, 1995, 2001 en Artola Blanco, Miguel «La transformación del mercado de alquiler de fincas urbanas en España (1920-1960)». Biblio 3W, nº 988, 15 de agosto de 2012, Universidad de Barcelona.
  5. «Informe Reforma laboral y devaluación salarial en España», 01/2018, Fundación Anastasio de Gracia-Fitel, en colaboración con Syndex Consultores