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Manuel Monereo, licenciado en Ciencias Políticas, es militante comunista, fundador de IU, de Socialismo XXI, del Frente Cívico y miembro del Consejo Federal de IU, lo que le convierte en innegable memoria viva de las luchas políticas y sociales del postfranquismo hasta la actualidad. Pedro González de Molina tuvo la oportunidad de charlar con él en su casa del popular barrio madrileño de Usera, llena de recuerdos tras décadas en la primera fila de la política. Compartimos con vosotros la conversación que mantuvieron.

¿Cuál es su opinión sobre Podemos y qué puede decirnos sobre su estrategia?

El surgimiento de Podemos ha sido una oportunidad que se ha dado en un determinado contexto, cuando un grupo de profesores y profesionales que tenían que ver con la política vieron esa oportunidad, tuvieron la audacia y la inteligencia de encabezarla, y lo que fue un terremoto hoy es un tsunami que está cambiando la vida política española. Todo esto tiene su cara positiva y su cara negativa. La cara positiva es que ha desestabilizado a las fuerzas del Régimen y ha generado una esperanza de cambio en la sociedad muy profunda, que apenas se conocía en España desde los años 1980-82. Por otro lado, es una fuerza en construcción, no es un partido en sentido estricto, y por lo tanto tiene que construirse sobre la marcha, con todas las ambigüedades y contradicciones que eso tiene. Si una fuerza política ya constituida es difícil de gobernar en situaciones normales, cuando esa fuerza política está en un proceso de autoconstrucción, de definición estratégica y hasta programática, nos encontramos con que tiene enormes dificultades.

Además, tienen que enfrentarse a una presión terrible contra ellos que no tiene parangón en la vida pública, al menos en la democracia. Yo, que tengo experiencia en la política latinoamericana, puedo afirmar que estos ataques se parecen mucho a los que se hacen en América Latina y que detrás de esta agresión contra Podemos hay un punto fundamental: no poner en cuestión los equilibrios básicos del poder existente en el país. ¿Qué porvenir tiene Podemos? Yo soy optimista. Creo que Podemos se va a configurar como una fuerza política solvente en el país, lo que pasa es que no va a ser un proceso exento de dificultades: va a haber muchas contradicciones y una parte importante de su papel en la sociedad se va a jugar en los próximos meses.

 

Podemos percibir que la estrategia del partido que dirige Pablo Iglesias se ha inclinado cada vez más a comportarse como el mercado neoliberal de trabajo en lo interno y externo (excluyente, homogeneizador, etc.), y que se fundamenta también en un liderazgo fuerte y una estructura más vertical. ¿Qué futuro cree que tiene y qué problemas cree que pueden tener con esta estructura y estrategia?

No es fácil, ahí hay dos problemas: el primero, el liderismo, por no decir directamente caudillismo, es inevitable en esta fase. El equipo dirigente debe de tener ahora más poder que en cualquier otra formación política, porque están construyendo un partido en crecimiento, un partido que va a tener mucho poder y que va a tener que redistribuirlo. Es decir, es un partido que puede tener derivas oportunistas, y que puede fomentar un cierto tipo de mecanismo de subir a los puestos y de ganar sobre ellos la propia autoridad. Podemos, como todas las formaciones que comienzan, tiene muchas dificultades porque están en una onda positiva y el oportunismo se puede notar. Por ello creo que es normal que la dirección tenga mucho peso.

La segunda cuestión tiene que ver con un tema más delicado, que es su estrategia. En España hay una ventana de oportunidad que en algún momento se puede cerrar. Consideran que la clave de su éxito es que, en un proceso lo más rápido posible, y con ambigüedades más o menos calculadas, puedan a una situación óptima cuando esa ventana se cierre. Para decirlo en plata: si no pueden ser Gobierno, convertirse en el principal partido de la oposición. En este contexto, creo que ellos están jugando con una tensión temporal. Consideran que esta ventana de oportunidad no va a durar eternamente, que tiene un tiempo fijado. Mi impresión es que en este contexto, todos los fallos que estamos viendo más o menos criticables a Podemos se van a ir solucionando también con el tiempo. Hacer política de alianzas con ellos es muy difícil, entre otras cosas porque no tengo claro que ellos tengan claro como colectivo cuál es su política de alianzas, cómo hacerla y para qué. Eso quedará para una etapa posterior.

Mi impresión es que, conforme el partido se vaya organizando y estructurando, tendrá que plantearse una política de alianzas. La clave de esta fase es comprender que tanto Podemos como IU, como cualquier otra formación política progresista, somos insuficientes para tener la fuerza y la capacidad de cambiar este país. Si en vez de vernos como insuficientes nos pensamos todos como una fuerza donde todos podemos sumar, las cosas podrían cambiar favorablemente en este país.

Yo no me imagino una competencia a brazo partido entre IU, y las otras fuerzas políticas de izquierdas, contra Podemos

En varias ocasiones ha hablado de lo que sería el partido orgánico de la revolución democrática, o el “Partido Orgánico”, donde propone una alianza estratégica de la fuerzas de izquierda una vez pasadas las elecciones locales y autonómicas para construir una nueva mayoría alternativa, capaz de disputar el poder a los poderes fácticos en España en un corto plazo de tiempo.

¿Qué nos dice el partido orgánico? Que en la sociedad hay una masa crítica, heterogénea, difusa, hasta confusa, que tiene un deseo enorme de cambio. Para mí esa es la clave, coger ese deseo y transformarlo en política. La clave es construir un nuevo Régimen político en España, democrático, republicano, socialmente avanzado. Yo no me imagino una competencia a brazo partido entre IU, y las otras fuerzas políticas de izquierdas, contra Podemos. El objetivo común es programático y consiste en encontrar marcos que nos permitan unirnos, que nos permitan trabajar juntos y avanzar.

Lo digo con más claridad: eso se tendría que realizar antes de las elecciones generales. Tenemos que aprender todos de las elecciones andaluzas, de las municipales y autonómicas, y ponernos en marcha para dotarnos de un programa común de las fuerzas democráticas y progresistas para poder disputarle el poder a la derecha y al social-liberalismo. El partido orgánico sería ese alguien que defienda los intereses comunes, los intereses generales de los trabajadores, de los de abajo. Deberíamos luchar por la unidad, sacrificar todo aquello que la impida y tratar de ponernos de acuerdo para llegar a un programa común, una organización común y un frente electoral común. Lo que me parecería absurdo es ir a las próximas elecciones generales en diversas listas enfrentándose entre sí, con el peligro de que esta ventana de oportunidad se cierre y que lo que tengamos sea una nueva restauración borbónica, que haga que estemos durante 20 años sometidos a un dominio que en este caso ya sería un nuevo Régimen mucho peor y mucho más negativo que el del 78.

 

Y ahora viene la pregunta polémica, ¿qué porvenir le ve a IU?

Yo creo que, si IU hace los deberes —refundarse y reorganizarse—, puede convertirse en un componente fundamental para anclar el cambio en la izquierda, para ser una fuerza que luche y que trabaje para que el cambio tenga un contenido de izquierda, de clase, en el sentido tradicional que hemos defendido en España. Ahora bien, si IU hace una lectura de repliegue interno, una lectura de defensa de unas siglas, simplemente en competencia con Podemos, no tendrá mucho futuro.

Si no cambiamos el modelo productivo este país no tiene futuro

Alberto Garzón ha intentado alcanzar acuerdos con Podemos pero no lo ha logrado aún, en parte porque parece que Podemos quiere medir sus fuerzas en las elecciones autonómicas. ¿Propone entonces que Podemos e IU dejen de competir, una vez pasadas las elecciones locales y autonómicas, y construyan un frente común?

El resumen para mí es ese. De hecho, Alberto Garzón está defendiendo —y espero que lo haga con radicalidad en el futuro próximo— la necesidad de una nueva IU. Eso lo ha dicho públicamente Alberto Garzón en estos últimos meses y espero que seamos coherentes con ello. Hace falta una nueva IU a la altura de los desafíos que tiene este país, que no es solo Podemos, pero también es Podemos. Una IU que pase de la competencia a una especie de colaboración permanente, que intente enhebrar un programa común y buscar por abajo mecanismos de unidad lo más amplios posibles. Así podríamos intentar crear listas comunes que nos permitan defender los intereses generales del país y de las clases trabajadoras, que al fin al cabo es nuestra misión histórica.

 

Última pregunta. ¿Cuáles cree que serían los puntos fundamentales que debería de tener ese programa de transformación social que defienda los intereses generales del país y de las clases trabajadora?

La clave de bóveda del presente es el proceso constituyente. Nosotros necesitamos un proceso constituyente, con un ejercicio de democracia participativa realizada desde abajo, que nos lleve a una nueva Constitución del país. Esa nueva Constitución debe tener como eje central fundamental el abandono del carácter periférico y dependiente de nuestro país al que nos ha condenado la UE. Es decir, necesitamos un nuevo modelo productivo. Pero todos sabemos que un nuevo modelo productivo no es solo un nuevo modelo de país sino de poder.

Para mí la clave es apartar del poder a la oligarquía. Por consiguiente, si no hay una democratización sustancial del poder económico, si no hay una nueva gestión con una presencia activa de las demandas populares y del Estado, no cambiaremos el modelo productivo, y si no cambiamos el modelo productivo este país no tiene futuro. Poder constituyente para constituir política que nos permita construir un nuevo modelo productivo que refleje una nueva distribución del poder, y por tanto un cambio de poder en España donde deje de pesar tan desproporcionadamente lo que podemos llamar la derecha económica, los grandes poderes económicos, el control del capital financiero sobre las eléctricas, sobre la construcción y la vivienda. Es decir, todo este sector en gran parte parasitario que vive a costa del Estado y que se reparte las prebendas del Estado como pasa por ejemplo en Madrid. Y yo le llamo a eso una revolución democrática. Es decir, no es una revolución socialista, es una revolución que eliminaría los obstáculos que impiden el desarrollo democrático del país

 

Muchas gracias Manolo, siempre es un placer hablar con usted.

A ti, camarada Pedro.