Hace apenas un mes, la foto del niño Aylan sin vida, tirado en una playa, nos conmovía a todos y nos hacía abrir los ojos a la realidad que sufren miles de personas que huyen de los conflictos bélicos, en particular del de Siria. Se mostró la mejor voluntad de una parte muy grande de la ciudadanía, que en muchos lugares se abrió para acoger a todas estas personas que llegaban a las puertas de Europa.

Hoy, en cambio, se habla mucho menos de esta gran desgracia humanitaria. Como cualquier moda, parece que ya no interesa, que pasó hace mucho tiempo y que queda muy lejos de nosotros. En los medios de comunicación todavía aparece alguna noticia suelta, pero no se presta la necesaria atención a que la llegada de refugiados no solo de Siria, sino de distintos sitios del mundo sigue creciendo, ni se pone el foco en que el sistema europeo de asilo no tiene la capacidad de reacción deseable.

Lo advierten desde hace tiempo numerosas organizaciones sociales y asistenciales, como es el caso de ACNUR. Su último informe refleja que, al finalizar el año 2014, 59,5 millones de personas se habían desplazado forzosamente debido a la persecución, los conflictos, la violencia generalizada y las violaciones de derechos humanos; 8,3 millones más que el año anterior, un nivel nunca visto desde la Segunda Guerra Mundial. Lo que hace que, si todas estas personas fueran a un país, este sería el 24.º mayor del mundo. El informe cita como principales conflictos los que transcurren en la República Árabe Siria, Afganistán y Somalia.

Lagrietaonline_Refugees_2

En este contexto, y especialmente durante este mes de mayor eco mediático de los problemas en el Este de Europa, hemos visto diferentes reacciones. La mayor parte de la sociedad civil se conmueve y abre sus brazos a la acogida, mientras que los gobernantes que están negociando los cupos de reubicación y reasentamiento de refugiados[1] —sin ponerse de acuerdo— reaccionan de forma variable. Algunos apuestan por una mayor generosidad en la acogida de miles y miles de personas, aunque merece la pena recordar que en gran parte influye la enorme necesidad de mano de obra de ciertos países, como es el caso de Alemania. Otros, directamente cierran sus puertas, como es el caso de Hungría; lo que constituye un claro incumplimiento del derecho fundamental de no sometimiento a tortura ni a tratos inhumanos o degradantes que se establece en el Convenio Europeo de Derechos Humanos[2] .

 

Melilla, la frontera de la indiferencia

Pero no hace falta irse al Este para tener una fotografía nítida de este problema. Muchas de las situaciones que ahora se están viviendo allí, se viven desde hace años en España. Nuestro país es una de las puertas de Europa, no solo para los refugiados sino también para los cientos de migrantes que buscan un futuro mejor. A tan solo una hora y media de avión de la capital, en la ciudad autónoma de Melilla, de únicamente doce kilómetros cuadrados, nos encontramos con la frontera entre los que tienen y los que no, entre los que huyen y los que no.

La Frontera Sur podría también definirse como la frontera de la indiferencia de la Europa de los derechos humanos. En Nador[3], ciudad marroquí al otro lado de la valla de Melilla, se hacinan miles de sirios repartidos por hoteles precarios y miles de subsaharianos repartidos por campamentos en los bosques. Los unos y los otros, esperando a cruzar la frontera en esa búsqueda de refugio[4] o del sueño europeo. ¿Y qué es lo que se encuentran? Las puertas cerradas.

Ningún sirio puede cruzar la frontera de Melilla sin haber pagado a las distintas mafias sumas de entre 1.000 y 2.000 euros por persona, a cambio de una documentación falsa que les permita pasar. Con un pasaporte sirio no abren la puerta. Con un pasaporte marroquí o español, sí. Aunque es la Policía fronteriza marroquí la que les impide el paso, esto se produce teniendo como testigo a la parte española del control fronterizo[5]. Es un secreto a voces.

Ningún subsahariano puede siquiera acercarse a la frontera sin ser detenido o incluso maltratado por la Policía marroquí. Todo ello sin entrar en que a menudo arrasan y queman los asentamientos precarios de los bosques en los que duermen y habitan[6]. La única manera que tienen de cruzar la frontera a día de hoy es en patera o camuflados en coches. No hay saltos a la valla de Melilla desde que Marruecos terminó de construir su propia valla compuesta por concertinas. Marruecos, que no reconoce que Melilla sea española, pero en cambio sí construye una valla.

La Ley Orgánica 12/2009, del 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria, establece que se puede pedir asilo una vez llegado a suelo español. De ahí la apertura de las dos Oficinas de Asilo en Melilla hace unos meses. Pero si no se puede ni acceder a la frontera, o al menos no de manera legal, no se puede por tanto pedir asilo en suelo español. ACNUR señala que, entre enero y abril de 2015, se registraron más de 1.500 solicitudes de asilo en esta frontera, casi todas de personas sirias y ninguna de personas subsaharianas, siendo el 70 % de estas últimas potenciales demandantes de asilo[7]. De esta manera, sin garantizar el acceso al procedimiento de asilo, se estarían vulnerando numerosas obligaciones jurídicas, como el principio fundamental de non-refoulement (no devolución)[8] recogido en el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; el artículo 33 de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de Refugiados; el artículo 3 de la Convención contra la Tortura; el artículo 19 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, y la Ley Orgánica 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria.

Parece que, como consecuencia de esta «externalización del control de la frontera» por la que el paso hacia Europa lo termina decidiendo un país de tránsito como es Marruecos, nos convertimos en testigos de las numerosas violaciones de derechos humanos que este país comete. Marruecos ha ratificado la inmensa mayoría de los instrumentos sobre derechos humanos de ámbito universal[9], pero dichos instrumentos no contienen mecanismos de control de incumplimiento como los que el derecho europeo posee[10].

El problema no termina ahí. Al llegar a Melilla, todas estas personas se ven obligadas a la espera indefinida e incierta en el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI), con una capacidad de 480 personas pero en el que en estos momentos conviven más de 1.600 personas de diversas nacionalidades, siendo un tercio de las mismas menores de edad, y donde las familias viven separadas por sexos. La espera se eterniza en la ciudad autónoma, en la que no existe la libertad de circulación y en la que muchas personas aguardan pacientemente para poder cruzar a la Península y reunirse con su familia en países como Alemania o Suecia, o simplemente para poder buscar algún medio de vida. Por si fuera poco, los traslados a la Península no están regulados y ninguna ley los contempla. Se trata de criterios totalmente arbitrarios y cuya decisión es tomada por la Dirección General de la Inmigración de la Policía Nacional en Madrid.

Por otro lado, muchas de las personas que llegan a la ciudad autónoma no piden asilo porque no saben que tienen la opción de pedirlo. O porque no parece conveniente pedirlo allí, ya que la tarjeta de condición de refugiado que se obtiene establece claramente que es solo válida en Melilla; algo que no interesa a ninguna de las personas que llega. De esta manera, muchas víctimas corren el riesgo de ser devueltas a aquellos países de los que están huyendo, quebrantándose así el principio de non-refoulement antes mencionado.

En resumen, aunque en estos momentos el proceso de estudio de la solicitud de asilo se ha acelerado y los solicitantes salen del CETI en un breve periodo de tiempo (una media de dos meses), han de pasar por sus malas condiciones; mientras que aquellos que, por falta de información o desconocimiento, no solicitan asilo, pueden pasar periodos mucho más largos (entre cinco y seis  meses, como poco).

Lagrietaonline_Refugees_3

Madre siria esperando a sus hijos en el puesto fronterizo de Beni Enzar (Melilla). Foto cedida por José Palazón

Debilidad del sistema europeo de asilo

Lo único que demuestra toda esta situación es la debilidad de un sistema europeo de asilo que se lleva negociando durante 15 años y que, en el momento en el que más se necesita, saca a relucir sus múltiples debilidades. Este Sistema Común Europeo de Asilo (SECA) se aprobó a mitad del año 2013 por el Parlamento Europeo y está compuesto por un paquete de normas, por las que se fijan una serie de procedimientos y requisitos comunes a todos los Estados miembros para tramitar las solicitudes de asilo. Este paquete de legislación incluye la Directiva de Procedimientos de Asilo, la Directiva de Acogida, el Reglamento Dublín, el Reglamento de Eurodac y la Directiva de Definición. Mediante todos estos instrumentos se pretende definir algunos de los pasos relacionados con la fase inicial de solicitud de asilo, así como la creación de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo, entre otras muchas medidas. Por otro lado, conviene recordar que el procedimiento administrativo aplicable a las personas que no solicitan asilo es totalmente distinto y siempre ha ocasionado numerosas controversias en Melilla. Y encima la ley de extranjería española tiene muchas debilidades que relucen mucho más en un contexto como es el de la Frontera Sur y en una situación como la que estamos viviendo.

Nos encontramos con que los afectados quedan invisibilizados y muy a menudo sin protección. Descubrimos historias como la de Fátima, de Siria, que está esperando en el CETI de Melilla a que alguien le vaya trayendo a cada uno de sus hijos camuflados en coches y por los que ha tenido que pagar 400 euros. Unos hijos que se han visto privados del acceso a un sistema educativo o a una carrera universitaria desde hace al menos dos años, cuando tuvieron que huir de manera forzada de su hogar e iniciar el infierno migratorio, cruzando todo el norte de África hasta llegar aquí, ya sin fuerzas, sin dinero y sin ayuda. O historias como la de Blessing, de Nigeria, a la que engañaron y captaron para traficar con su vida mediante una red de trata de personas, y a la que, después del infierno del trayecto migratorio con todas las vejaciones y tratos inhumanos y degradantes a las que se ve sometida, probablemente nadie tenga la decencia de escuchar, ni siquiera cuando llegue a las costas andaluzas habiendo arriesgado su vida en una patera salida de Nador. Allí, con total certeza, seguirá siendo explotada de la peor de las maneras posibles. Desde un punto de vista psicológico, el proceso migratorio conlleva muchas dificultades como son la constante readaptación al medio, el cambio continuo de costumbres, desorientación, estrés o ansiedad. Y de esta forma, tal y como viene denunciando Médicos Sin Fronteras[11], aumenta la vulnerabilidad de estas personas.

Hay guerras tan devastadoras como un conflicto bélico pero que toman el nombre de hambruna, sequía o falta de oportunidades

Todo esto y mucho más es lo que ocurre a las puertas de la fortaleza europea. Vidas rotas sin apenas esperanza, mientras nuestros dirigentes siguen posponiendo las reuniones para repartirse los cupos de acogida de refugiados. Cupos que, por cierto, no llegan ni por asomo a las cifras de personas que se encuentran actualmente en otros países de acogida: Turquía, con 1,59 millones; Pakistán, con 1,51 millones; Líbano, con 1,15 millones; República Islámica de Irán, con 982.000; Etiopía, con 659.500, y Jordania, con 654.100[12]. Según datos de Eurostat, en 2013, la Unión Europea tramitó la petición de protección internacional de 435.000 personas, cifra inferior a la mitad de las personas refugiadas tan solo en Líbano. Refugiados pero también migrantes. Todos necesitan protección, independientemente de la denominación que se les quiera dar. Porque hay guerras tan devastadoras como un conflicto bélico pero que toman el nombre de hambruna, sequía o falta de oportunidades. Y eso también es un motivo de huida para buscar la supervivencia, no ya de uno mismo, sino de familias enteras.

Mientras tanto, en esta puerta de entrada a la que venimos refiriéndonos, constatamos la actitud pasiva de todos los actores que son testigos de esta constante violación de derechos humanos. Ningún actor estatal, ya sea español, marroquí o europeo, se responsabiliza, lo cual no hace más que perpetuar el abuso por parte de las mafias, que siguen cometiendo impunemente el delito de favorecimiento del tráfico ilegal o de la inmigración clandestina de personas y el delito de trata de seres humanos, aprovechándose de las situaciones de vulnerabilidad, tanto de migrantes como de refugiados.

Sin voluntad política, por mucho que la sociedad esté mostrando cierta sensibilización, no se consigue nada. Sin una voluntad real de cambio y una apuesta por la creación de políticas de acogida de migrantes, siempre de la mano de políticas de integración y cohesión social, nunca podremos recibir y amparar al diferente, a esos «nadies que valen menos que la bala que los mata»[13]. Mientras las políticas sigan enfocadas hacia la gestión de fronteras en lugar de a la propuesta de soluciones duraderas al drama de la migración, seguiremos dañando la dignidad de miles y miles de personas. Esta es la Europa del siglo XXI, la Europa de los derechos y libertades para aquellos que, sin haberlo elegido, hayan nacido dentro de la fortaleza.

 

[1] ^ Véase la campaña ¿Quién da menos? La subasta de refugiados de la UE de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado)

[2] ^ Muchos testigos han venido denunciando estas prácticas.

[3] ^Resulta interesante el informe Vidas en la frontera Sur,elaborado en 2014 por el SJM-España y el JRS-Europa.

[4] ^ No me refiero únicamente al conflicto sirio. Existen multitud de conflictos bélicos hoy en día a los que nadie se refiere. Basta con consultar este mapa.
[5] ^ Véase De políticas de asilo y mafias en la frontera de Melilla de la Asociación Pro.De.In. Melilla.

[6] ^En el monte Gurugú, a las afueras de Nador, y desde donde puede verse Melilla, durante mucho tiempo ha habido redadas contra los subsaharianos que allí acampan. A día de hoy, han tenido que mover sus asentamientos hacia otras zonas más seguras.

[7] ^Véase el informe Gestionar la frontera euro-africana elaborado por Migreurop.

[8] ^ Por ejemplo, a una persona procedente de República Centroafricana que no solicite asilo por falta de información acerca de este procedimiento, probablemente se le incoará un expediente administrativo sancionador de expulsión por estancia irregular

[9] ^ Entre otros: la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, la Convención contra la tortura y otros tratos y penas crueles, inhumanos o degradantes o el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

[10] ^ ECHART MUÑOZ, E. (2011): Migraciones en tránsito y derechos humanos. Madrid: Catarata, p. 134.

[11] ^ Véase el informe Violencia, vulnerabilidad y migración: atrapados a las puertas de Europa.

[12] ^ Véase Mundo en Guerra. Tendencias Globales. Desplazamiento forzado en 2014 de ACNUR.

[13] ^ Los nadies, de Eduardo Galeano.