Ojos azul británico, retórica italiana y un perfecto español. En el salón de su estudio reina el orden. Un librito de portada roja, The Tale of Samuel Whiskers, está perfectamente alineado con el borde de la mesa en la que descansan otras dos pilas perfectas de libros. No es banal, Federico Clavarino (Turín, 1984) es metódico, ordenado y eso también se nota en su fotografía.

De madre inglesa y padre italiano, Clavarino ha heredado la pasión por la fotografía de su padre Alfredo (autor del libro Magari), con quien comparte también la obsesión por el paso del tiempo y su relación con el presente. Y su presente, por ahora, está en Madrid, donde vive y trabaja desde hace casi diez años como profesor en la escuela BlankPaper.

Entre clase y clase, viaje y viaje —acaba de inaugurar una exposición colectiva junto a otros 12 fotógrafos italianos en la Galería Viasaterna de Milán— Clavarino encuentra tiempo para hablar de fotografía, de identidad, del significado de los objetos y de Historia. A menudo nombra a Marx, a Walter Benjamin o a Zweig, pero ha sido la novela inconclusa de Franz Kafka, El Castillo (Das Schloss), la obra que ha dado título a su última exposición (y libro) en el Círculo de Bellas Artes, dentro del programa PhotoEspaña de este año.

Si en sus tres trabajos anteriores Clavarino bebía de Luigi Ghirri (Italia o Italia) o de Bertien van Manen (Ukraina Passport), en The Castle se percibe cierto regusto metafísico de Giorgio De Chirico, con sombras que pesan como una losa y envuelven las calles en misterio. Y también algo hay de Lucien Hervé, como la trascendencia y geometría de fachadas, arcos y aceras. Pero comparar sería simplificar un trabajo que busca ansiosamente las huellas del pasado en el presente, que muestra las contradicciones de nuestro tiempo, del mal del olvido, de la memoria selectiva, de la identidad colectiva y personal, en unos tiempos francamente extraños para Europa.


 

Expones en esta edición PhotoEspaña ¿cómo ha sido el proceso de montaje?

La verdad es que ha sido más fácil de lo que pensaba. La gente que trabajó conmigo me dejó mucho espacio y muchísima libertad. Me contactaron desde La Fábrica y tengo un buen amigo, Ricardo Cases, que les habló de mi trabajo. El tema era Europa y encajaba muy bien. El espacio también era perfecto para el tipo de propuesta. Es la primera vez que he tenido la oportunidad de plantear una propuesta tan compleja y poder hacerlo con libertad.

Puede sonar un poco friki pero el verano pasado soñé con la exposición que realmente quería hacer.. Pasé una noche sin dormir pensando en eso que me gustaría hacer: tenía que ser una caja, en la que uno podría entrar rompiendo una parte y luego todo iría forrado con las imágenes. En cierto modo se ha mantenido en la instalación final con la gigantografía que envuelve el espacio y luego en la pared, las imágenes van interactuando entre ellas. Cuando llegó el momento de llevarlo a la pared en la sala del Círculo de Bellas Artes, la sala era perfecta, pequeña. Luego fue hacer unos cuatro intentos de la exposición, ver lo que funcionaba y lo que menos… el problema fue tener que organizarlo virtualmente antes de poder entrar en la sala a trabajar.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

No me siento en la posición como para poder dar una respuesta sobre temas tan complejos. Sólo planteo unos recorridos a medias, unas imágenes que desaten ciertas inquietudes

Y todo empezó por casualidad. Estabas haciendo un viaje por Zaragoza preparando un proyecto distinto y que te llevó finalmente a The Castle.

Sí, es algo que me suele pasar. Imagino que le pasa también a otros. Con la fotografía y al igual que en otros procesos creativos, siempre hay un espacio muy interesante para el error. No es un trabajo científico, de producción industrial en el que tienes pasos predefinidos. Empiezas buscando una algo, ocurren cosas, te topas con otras que no te esperabas encontrar…

 

Has dicho en otras entrevistas que más que contar, lo que quieres es mostrar. Sin ir más lejos, yo después de salir de la exposición, salí con más preguntas que respuestas. ¿Era esa tu intención?

Sí. A nadie nos gusta que nos den respuestas masticadas, aunque a veces nos gustaría, pero creo que ver una exposición no es un proceso que conceda al individuo la posibilidad de reflexionar sobre algo profundamente. El tiempo de lectura en cualquier tipo de trabajo también tiene que ver con ese proceso. Puedes ver algo y luego lo digieres en privado, te haces tus preguntas y llegas a tus propias respuestas. Ver una exposición y leer un libro luego te lleva a una búsqueda y de ahí pasas a otro texto o a otro pensamiento. Esas preguntas son realmente algo vivo que todos llevamos dentro y vamos encontrando respuestas parciales. No me siento en la posición como para poder dar una respuesta sobre temas tan complejos. Sólo planteo unos recorridos a medias, unas imágenes que desaten ciertas inquietudes, y que provoquen cierta reacción.

 

La muestra está divida en 4 capítulos, como escenas o narraciones. ¿Estaba pensado así desde el principio o las relaciones entre las imágenes te llevaron a ello?

No, no estaba pensado así. Hay una parte que refleja el proceso de creación como el caso del primer capítulo que equivale al primer año de trabajo. La división en capítulos surgió casi al final. Siempre trabajo estructurando el trabajo conceptualmente: empiezo con ideas, que se vuelven más complejas al igual que los pensamientos. En el momento de la edición ya sabía por dónde tirar.

Imagen del fotolibro ‘The Castle’ de Federico Clavarino (Dalpine, 2016).

Imagen del fotolibro ‘The Castle’ de Federico Clavarino (Dalpine, 2016).

Los objetos para mi son muy importantes porque realmente son lo que hacemos, lo que construimos. Van cargados de nuestras maneras de pensar el mundo

En tu obra, los objetos están muy presentes. ¿Buscas un tipo determinado de objeto cuando fotografías? O después de fotografiar y editar, ¿te das cuenta de que existe esa conexión que te lleva al mismo sitio?

Es una pregunta curiosa… no lo sé. En el momento de hacer las fotografías hay una combinación entre intuición y un pensamiento más elaborado. Hay imágenes que he buscado y objetos que conllevan ya cierto peso simbólico, reconocible. A veces es lo contrario, ves algo y luego has pensado sobre ello y te lo vuelves a encontrar. Otras, es un criterio más formal y en el momento en el que elaboras todo, te encuentras con fragmentos, pedazos de intuiciones, los reconoces y los piensas más. Los objetos para mi son muy importantes porque realmente son lo que hacemos, lo que construimos. Van cargados de nuestras maneras de pensar el mundo. Ahora los objetos son mucho. Piensa por ejemplo en la Arqueología, que parte de objetos y fragmentos que encontramos y volvemos a construir un mundo, o reconstruirlo. Nos cebamos de esas imágenes para dar un sentido a nuestra Historia. Lo interesante es hacer una Arqueología del presente, mientras lo estás viviendo.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

¿Crees que hay algún objeto que intente abarcar la identidad europea, si es que existe realmente una identidad común?

No sabría decir… son muchas cosas. He intentado investigar una identidad está hecha de muchísimas cosas… no creo que haya un origen único. Sin embargo es algo que siento. Te encuentras con formas de pensamiento, con engendros entre la lógica, la filosofía griega, el imperio romano… y los intentos por resucitar esas culturas, en columnas por ejemplo. Hay gente que construye sus villas con esas columnas (ríe). Los elementos de la arquitectura, la herencia cristiana y judía, eso lo tenemos todos. Y luego hay cosas más difíciles de ver, como las formas, una especie de matemática que va a apareciendo, una herencia del pensamiento renacentista e ilustrado que reaparecen en nuestra cotidianidad.

No podemos pensar en enfrentarnos a un presente que además nos exige soluciones a problemas con mucha urgencia, si no somos capaces de aprender las lecciones del pasado

Frente al objeto, el individuo parece quedarse en un segundo plano. En tus fotografía hay una Inmovilidad tensa. ¿Crees que el objeto se impone al ser humano?

No sabría decir si el objeto se impone al ser humano… ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?… o si el ser humano ha impuesto el objeto y éste a su vez se ha impuesto… es así de circular. En lo que concierne a la presencia humana, hay varios aspectos que quería destacar. Por un lado, la cercanía y la distancia. Son imágenes en las que el cuerpo humano se despedaza, son imágenes tomadas desde muy cerca y, a la vez, muy lejos. No hay un contacto directo, no hay un retrato total. Una experiencia que tiene que ver con cómo vivimos hoy en ciudades todos apiñados. Otro aspecto es que son todos los sujetos son jóvenes, incluso más que yo. Por último, hay una inmovilidad y una tensión que es una parte fundamental en la manera en la que pretendo crear imágenes.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Trabajas los temas del pasado, la memoria… ¿Cómo se puede afrontar un pasado, especialmente los jóvenes, que no han vivido el pasado terrible de Europa? 

Es una relación muy difícil la que tenemos con lo que ocurrió en el pasado siglo en Europa. Si lo piensas, hace un siglo, el continente era diferente, Europa dominaba. Stefan Zweig lo llama El mundo de ayer en sus memorias. No quiero decir que sea ni peor ni mejor, de hecho encarna una serie de contradicciones internas que llevaron a la gran tragedia del siglo XX. No podemos pensar en enfrentarnos a un presente que además nos exige soluciones a problemas con mucha urgencia, si no somos capaces de aprender las lecciones del pasado. Hay cuestiones de nuestro pasado que no son tan sota, caballo y rey como se nos propone. La manera en la que leemos el pasado está influenciada por el presente. Las tensiones políticas de hoy, nacen en un pasado pero también nos dan las herramientas para leerlo. Hay una guerra sobre el pasado, sobre todo ideológica, por ejemplo sobre cómo leer el Holocausto. Muchas narraciones que nos proponen son insuficientes.

 

Hablando de lecturas políticas del pasado… Tú llevas en España casi diez años. Para nosotros, la guerra civil española sigue siendo un tabú. ¿Crees que nos condiciona a lo hora de comprender nuestra identidad?

Totalmente. Cuando llegué aquí en 2007, todavía hablar con jóvenes de mi edad sobre ello era raro. A nadie le interesaba la política. No soy experto en la historia de España, pero en muy poco tiempo salió de la dictadura y se asomó a la realidad europea, occidental y global. En aquel momento ya había una actitud de despolitización del discurso y en España se veía claramente. Por eso creo que existe esa dificultad para relacionarse con toda la herencia de la guerra civil y de la dictadura de Franco. Lo que noto todavía es la división del país en dos.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Formamos parte de un continente defensor, en teoría, de la democracia; y ahora no hacemos nada frente a la crisis de los refugiados

Habría que preguntarse hasta qué punto ciertos discursos democráticos son una ficción. Parece que Europa tenga que proteger ciertos derechos más que otros. Los problemas que tenemos son los problemas de los que se enfrentan a algo prácticamente imposible. Realmente hacerte cargo como estado-nación en crisis, como España o Grecia, de un enorme flujo migratorio es muy difícil, además de saber integrar en sus estructuras a mucha gente de fuera. Esto evidencia ciertas contradicciones que están en la base de las democracias contemporáneas, por ejemplo, en la época postcolonial: no sabemos cómo definir la intervención militar, si somos o no el policía internacional o si intentar establecer una comunidad humana que vaya más allá de todo esto y de ser así cómo lo hacemos… Los derechos humanos parecen ser algo bastante más abstracto de lo que necesitamos ahora mismo. ¿Qué es Europa? ¿Es una unión más económica que política? Hay algunos consensos muy buenos a nivel de movilidad como el Erasmus pero a la vez está el Brexit, Syriza en Grecia… El desastre político hace que mucha gente esté decepcionada con el proyecto europeo.

 

Volviendo a la memoria. Has trabajado en España, en Italia pero también en Alemania, Ucrania y Polonia. ¿Has notado una forma distinta de enfrentarse al pasado en los países del sur de Europa?

Creo que la manera de enfrentarse al pasado más reciente que tiene Inglaterra no puede ser la misma que la de Alemania. Pero sin embargo, luego exigimos una identidad común en Europa.

Me interesa que la imagen intente ser texto y la palabra intente ser imagen

La literatura y la filosofía están muy presentes en tu obra y en tu formación. ¿Qué papel juega la palabra frente a la fotografía?

Parecido y diferente a la vez. Hay una parte donde las imágenes se pueden leer hasta cierto punto como un texto. Tienen cosas que se pueden verbalizar y a la vez hay partes de la imagen fotográfica que no pueden ser parte de un lenguaje compartido porque chupan información de todos lados y cada uno tiene una manera diferente de ver la misma imagen. El contexto es importante, lo vemos en casos de manipulación mediática. El texto también tiene su parte de imagen. Las propias letras, la imagen poética evocando otras imágenes… es ahí donde me interesa que la imagen intente ser texto y la palabra intente ser imagen, que colaboren juntos para amplificarse.

 

El lenguaje en el discurso político y especialmente en el publicitario, intenta asociar el progreso con el futuro, “lo mejor está por llegar”…

Lo que apuntas tiene que mucho que ver con lo que plantea Walter Benjamin en sus tesis sobre el concepto de Historia. Hay una manera de plantear la historia como un progreso (historicismo) y él lo identifica con la historia burguesa en la que hay una identificación del progreso con un bien moral. La historia sigue constantemente y vamos a mejor. Eso lleva a aberraciones como discursos sobre el fin de la Historia. El tiempo, dice Benjamin, no es algo tan homogéneo, tan vacío que vamos llenando de ese progreso incesante, sino que es más denso con puntos en los que toma un camino y no otro y permanecen abiertas unas posibilidades. Propone que con el pasado hay que dialogar. La Historia es algo que nosotros podemos volver a contar, a enfrentarnos con lo que pasó y, de pronto, recoger un hilo suelto y volver a tirar de él.

Es maravilloso volver a ver imágenes antiguas y encontrar información sobre el presente

En ese sentido, la fotografía puede actuar como anclaje frente a un lenguaje que tiende a escurrirse hacia el futuro.

Totalmente. Creo que es parte de la fotografía como herramienta, como medio. La fotografía es una especie de fósil, algo que siempre es pasado pero las imágenes más interesantes, son las que contienen un pequeño cristal del futuro. De pronto una imagen puede volver a ser interesante 50 o 100 años después porque contenía aquella semilla de tiempo. Por eso es maravilloso volver a ver imágenes antiguas y encontrar información sobre el presente. No sólo información diría, algo más poético que eso, algo extremadamente presente.

 

Alguna vez has definido la fotografía como “el arte de la limitación”. ¿Cómo ves la realidad detrás de una cámara?

La fotografía supone una serie de limitaciones, como todas las artes. Establecemos una creación o comunicación, estamos acotando la realidad por algún lado para digerirla. En la fotografía ocurre por el medio técnico, a través de un aparato que genera un objeto limitado en el espacio y tiempo. Esto parece una banalidad pero es el lenguaje con el que los fotógrafos trabajamos. Hay una pelea constante con el rectángulo, el plano y el tiempo.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Has trabajado en blanco y negro y en color; con cámara analógica y digital. ¿Tienes alguna preferencia?

Es difícil. A lo anterior , a las limitaciones de las que halábamos, hay que añadir la posibilidad del color, de la luz, del blanco y negro. El color aporta unos ingredientes emocionales. Estás tomando decisiones sobre las relaciones que se van a establecer entre los colores dentro del cuadro y esto repercute en la forma en la que leemos la imagen emocionalmente. Justo por eso el color es una pelea, una pelea que encuentro muy difícil. Yo trabajo con un proceso analógico largo, sobre todo por el color: lo trabajo de una forma muy consciente. Hago copias analógicas de mis imágenes que luego escaneo para mantener lo más posible ese margen de error que tiene el proceso analógico, no ser tan exacto y pulido. Por otro lado, el blanco y negro me da una libertad bestial porque puedo dejar de lado todo esto y centrarme en la luz y en lo que tengo delante.

 

Las sombras están muy presentes en The Castle.

Hay formas muy diferentes de trabajar el blanco y negro. Me interesaba que hubiese negros muy profundos pero, por otro lado, una luz bastante rebajada, con un tono gris, “matado por arriba”, metálico.

 

En anteriores trabajos, como Italia o Italia se intuye un punto más biográfico. En Ukrania Passport, más documental. ¿The Castle es la confluencia de ambos trabajos?

No lo sé… Veo Italia o Italia más autobiográfico, pictórico, arraigado en la historia del arte con referencias constantes al mundo de las representaciones. Es un trabajo que se hila, es más sutil, susurrado. En este caso quería algo diferente, algo que se relacionara menos con lo pictórico y más con el texto y la literatura, y, por otro lado, unas imágenes más poderosas, un trabajo más gritado. Para mi es una evolución, una continuidad con el resto de trabajos. Con Ukrania pasó que era un trabajo inicialmente documental y se convirtió en algo más autobiográfico por la imposibilidad de abordar una realidad parcialmente desconocida para mi. En Italia fue al revés: intenté abarcar algo autobiográfico y acabé tocando temas más grandes.

 

¿Estás preparando algún proyecto nuevo?

Sí, llevo un par de años en un trabajo sobre una historia familiar. Un trabajo muy diferente al resto porque es la primera vez que hay un elemento fuertemente narrativo. Está basado en la historia de mis dos abuelos, los padres de mi madre. Mis abuelos, los dos ingleses, estuvieron trabajando gran parte de su vida en ex colonias británicas, en Oriente Medio y en el Este de África. Es un trabajo que parte de la necesidad de enfrentarse al pasado familiar y a la figura de mi abuelo que murió en 1998. Ya sabes, lo típico, te arrepientes de no haber hablado todo lo que hubieras podido… Esa pregunta sobre dónde vengo luego se amplió a partir de documentos de la casa de mi abuela. Así empezó a surgir el proyecto, y gracias a la ayuda del PhotoPress de la Caixa pude viajar a Sudán, Jordania, donde ellos habían vivido. He intentado establecer, como decíamos antes, un diálogo entre presente y pasado. Enfrentarse a la cuestión de la colonia, la postcolonia, el orden que deriva de ello; y, sobre todo, me interesan las ideas que impulsaron a un funcionario como mi abuelo con veintitantos años a ir al sur de Sudán representando a Inglaterra. ¿Qué ideas educación, las novelas que leía, qué misión era la que sentía que tenia que cumplir…? Y todo esto, a su vez, acaba plasmando un presente en aquellos lugares como aquí. La idea es conseguir unas pinceladas sobre estos temas.

Esto me recuerda a la novela de Oriana Fallaci, Un sombrero lleno de Cerezas, una búsqueda de la historia familiar que acaba contando la historia de Italia a través de huellas y de relatos que le contaron sus familiares.

Sí, lo que estoy descubriendo es que nos hacemos a la idea de un relato: primero pasa esto, después esto y luego aquello… Pero nunca tienes “eso”, siempre tienes delante una serie de objetos, de relatos, de anécdotas. Todos hacemos esto con nuestras vidas, nunca recordamos todo de nuestra vida. Hablo con mi abuela y, a través de alguna imagen, de un pedazo que tengo en mi mente, consigo revivir alguna memoria que ella no tenía lista; pero si no, el repertorio es equis, 15 anécdotas que sirven para todo. Sacas otro objeto y otra pregunta y de repente igual surge otro relato. Siempre es un algo incompleto, por eso nos fascinan las historias de detectives. Tienes una serie de pistas y las tienes que conectar para ver lo que pasó, igual que en el Historia. Tienes pedacitos, nunca el bigger picture.

 

¿Y dónde queda la verdad?

La verdad no es un objeto único, es una red. Una serie de conexiones dinámicas. Nunca es algo que ves en un momento todo junto. Esa cosa renacentista y panóptica… No, el mapa no corresponde con la realidad para nada. Ver un mapa y estar en un lugar son cosas completamente diferentes. La Historia Universal no puede ser un referente, es algo más complejo lleno de historias que se atan entre sí con puentes hacia el futuro y el pasado. Y eso es lo que tenemos que entender para enfrentarnos al presente.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.

Fotografía de la serie “The Castle”, 2015 © Federico Clavarino.